Llegué a Biar en diciembre de 2019, cuatro meses antes de la pandemia. Una de las cosas que me llamó la atención agradablemente fue la cantidad de bandas de música de diferentes tamaños. No tenía ni idea de que el pueblo era absolutamente melómano, si se puede calificar así a un pueblo, pero resulta que hay una escuela de música junto a la biblioteca, y en la Casa de Cultura hay aulas en las que se practica con instrumentos de viento (no es muy apropiado hacerlo en el piso superior de la biblioteca, pero qué se le va a hacer... todo sea por la música). Lo que les estoy contando tiene un motivo claro: aquí donde me tienen, tengo la carrera de solfeo completa (de conservatorio) y dos años de piano también. No seguí porque con toda su buena voluntad, mi familia me puso una profesora de piano amiga, que (en los primeros años sesenta) le daba al frasco con más ganas de lo necesario para dar clase de lo que fuera hasta que, harto de sus desvaríos, le pedí a mi madre que me liberara de aquella alcohólica insoportable, cosa que hizo, y me libró de un psiquiatra o de la cárcel, pues con menos de diez años me planteé seriamente estrangularla. Hoy en día maldigo a aquella alcohólica que consiguió que odiara el instrumento.
Años después, sin aquella histérica, poco a poco recuperé el amor a la música y al piano en concreto. Desde adolescente, siempre fui a ver todas las actuaciones de grupos que pude. Les voy a contar casi todas, pues los privilegiados que vivimos cuando la música rock triunfó en todo el mundo (finales de los sesenta) somos eso, privilegiados. Las emisoras de FM acababan de nacer y se comenzaba a tener en casa tocadiscos, con sencillos (singles), eps (discos de cuatro canciones) y finalmente los elepés (LP) long play (discos de larga duración) llamados también álbums, con alrededor de doce canciones. Ví en persona a una cantidad de grupos que paso a enumerarles, y lo siento si los recuerdan, pues son ustedes de mi quinta entonces: Los Módulos, Lone Star (los mejores de todos, para mi gusto), Los Canarios, Los Bravos, Mocedades, muchísimas veces, pues eran de Bilbao, Miguel Ríos, Serrat, Los Mitos, bilbaínos también, Solera, Raphael, Orquestra Platería, Ska-P (multitudinarios) y estoy seguro que me dejo algunos.
Bilbao, 1954. Resultó ileso tras pasar más de diez años en un colegio de jesuitas, la mili obligatoria en el moro, un par de decenas de años en la banca y otro decenio en varias profesiones honestas. Deportista voluntarioso, lector empedernido, viajero entusiasta, melómano -rock setentero principalmente- y ateo gracais a Dios. Dni a parte, el único carnet que ha llevado alguna vez ha sido el de socio del Athletic Club de Bilbao. Integrante de los tristemente célebres "cinco millones", ha comenzado a escribir para labrarse un futuro próspero y recolectarse algo de "fondos" para la vejez, que está a la vuelta de estas páginas. Su único propósito es entretener, dice. Las obras maestras ya las han escrito otros.
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